Paseo sin auriculares — Ruta Signatura → Vértice

Paseo sin auriculares — Ruta Signatura → Vértice

Salgo sin cascos. La primera cuadra es rara: busco con el pulgar un botón que hoy no existe. A los dos minutos, el oído se expande. Descubro un semáforo que respira, un perro que no ladra, dos voces que se piden café con la suavidad de quien ya se conoce.

Juego a nombrar materiales: piedra, madera, vidrio. Juego a nombrar colores: crema, ónix, dorado. Las manos se relajan cuando el mundo se vuelve inventario amable. En una esquina de Signatura un escaparate refleja un trozo de cielo. En la siguiente, Vértice me regala una sombra perfecta en el piso, como una flecha que apuntara al próximo paso.

Me cruzo conmigo en un vidrio y me reconozco sin filtros: ni mejor ni peor, solo más presente. Camino diez minutos y vuelvo con una idea que no estaba al salir: hoy, menos ruido, más borde. No necesito una gran decisión; necesito un borde claro para elegir.

De regreso, el mundo no cambió. Yo sí: tengo contexto. Puedo volver a poner música, pero no la necesito. La ciudad ya me tarareó algo.

Ya sabes---

Salir sin auriculares no es un castigo; es un entrenamiento de atención. Diez minutos bastan para cambiar el tono mental del resto del día.

"La ciudad tiene pulso si la escuchas."