Llego con mil pendientes en la cabeza. En Vértice ordeno el caos: pruebo herramientas, descarto lo que estorba y me quedo con lo que reduce pasos. No busco “más funciones”; busco menos fricción. Si una solución me ahorra tiempo real y evita errores, se queda. Si me distrae o exige curva de aprendizaje eterna, sale del juego.

Me hago tres preguntas antes de adoptar algo: ¿qué tarea concreta me resuelve? ¿Cuánto tiempo ahorro cada día? ¿Qué tan fácil es mantenerlo? Con eso, armo un pequeño sistema: calendario limpio, recordatorios útiles, notas por proyecto y un tablero simple donde todo cabe. El resultado se siente al final del día: menos pantallas abiertas y más cosas terminadas.

Reflexión: La buena tecnología no presume; te libera minutos.
Próximamente, nuevos almacenes con historias que contar, te esperan.